‘Los ángeles que llevamos dentro. El declive de la violencia y sus implicaciones’ de Steven Pinker

Publicidad

Cuando tuve la oportunidad de leer uno de los últimos libros del psicólogo cognitivo Steven Pinker, La tabla rasa, recibí una epifanía en toda la cara. Esa clase de revelación que altera las coordenadas y abscisas de lo que uno da por cierto. Y además ocurrió en diversos ámbitos de lo que yo daba por cierto, a saber: que no nacemos como una masa amorfa que podemos moldear infinitamente y que los pueblos tradicionales y conectados a la naturaleza son menos violentos que los ciudadanos de las grandes urbes del primer mundo.

Lo reconozco, entonces me sentí un poco como Eliza Doolitle, la violetera analfabeta que, en Pigmalión de George Bernard Shaw, aprende a hablar culto bajo las estrictas instrucciones del profesor Higgins. Sin embargo, en La tabla rasa, Pinker sobre ofrecía unas pinceladas sobre esa afirmación tan discordante con el sentir popular y hasta la opinión de la mayoría de intelectuales.

A partir de entonces, empecé a leer otros libros sobre el tema de investigadores de otras disciplinas científicas, que iban desde la neurología hasta la economía, pasando por la genética (y hasta la reciente epigenética). Advirtiendo paulatinamente que el mito del buen salvaje, que aún se mantenía desde determinados púlpitos, era un error derivado del desconocimiento. O peor aún: de la falsa sensación de conocimiento que caracteriza, por igual, a pontífices y tontos en general.

Con Los ángeles que llevamos dentro, el nuevo y monstruoso nuevo libro de Steven Pinker (tiene más de mil páginas y casi un diez por ciento de las mismas están dedicadas a la bibliografía y las referencias de los estudios mencionados), la idea de que estamos viviendo en momento menos violento de la historia, y que las sociedades son menos violentas a medida que abandonan el ámbito rural y se integran en la civilización del primer mundo, si bien sigue siendo exótica para muchos intelectuales, aparece más reforzada que nunca.

Cuidado, a pesar del tamaño del libro de Pinker, no estamos ante la Biblia ni ningún libro indiscutible: Pinker no se jacta de conocer la verdad última sobre el fenómeno del descenso de la violencia, pero aporta tal cantidad de estudios multidisciplinares que apuntan hacia esa dirección en prácticamente todas las sociedades del planeta que su tesis, si no es Verdad, al menos parece muy próxima a ella.

Naturalmente, Pinker tiene sus detractores, que incluso le acusan de presentar sus datos de forma sesgada. Sin embargo, no se encuentra solo en sus afirmaciones, como se ha sugerido anteriormente. Y cuando abordamos temas complejos como los sociales, en los que intervienen tantas variables, es natural que se encuentren inconsistencias si uno empieza a hilar fino. Lo dejo a vuestro criterio, pero admito que a mí me ha convencido en términos generales.

Creo también que la idea de que somos menos violentos ahora que antes resulta tan contraintuitiva, que tiene a provocar rechazo. Pinker da unas pinceladas acerca de este sentir general:

La mente humana tiende a calcular la probabilidad de un acontecimiento a partir de la facilidad con que puede recordar ejemplos, y las escenas de carnicerías tienen más probabilidades de llegar a hogares y grabarse en la mente de sus habitantes que las secuencias de personas que mueren de viajes. Con independencia de lo pequeño que sea el porcentaje de muertes violentas, en números absolutos siempre habrá las suficientes para llenar el telediario de la noche, de modo que la impresión de la gente respecto a la violencia no se corresponderá con las proporciones reales de dicha violencia.

Pinker, además, no se limita a verter afirmaciones, sino que aporta cifras, conecta conjunto de datos y ofrece gráficas, dividiendo la reducción de la violencia desde distintas vertientes: la familia, el barrio, entre tribus y otras facciones armadas, y entre países y estados importantes.

Así pues, Pinker desarrolla en más de mil páginas de letra pequeña (aunque interesantísima, en cada una de las palabras y frases que forman), las seis tendencias que dan como resultado que la violencia esté disminuyendo en todos los ámbitos, así como otros factores biológicos y otras cinco fuerzas históricas.

Las seis tendencias, desarrolladas en la primera parte del libro, empiezan con la transición desde la anarquía de la caza y la recolección hasta las primeras civilizaciones agrícolas con ciudades y gobiernos, que comenzaron hace unos cinco mil años.

A partir del capítulo 9 se abordan los factores biológicos que hacen descender la violencia: la empatía, el autocontrol, el sentido moral y el raciocinio.

Finalmente, se desarrollan las cinco fuerzas históricas que han contribuido a este descenso de la conflictividad: gobierno, feminización, comercio, cosmopolitismo y la llamada “escalera mecánica de la razón”, es decir, el papel de la intelectualidad en demostrar cada vez a más personas lo estéril de los ciclos de violencia, redefiniendo la violencia como un problema que hay que resolver y no como un combate que hay que ganar.

En definitiva, un libro para leer con pausa, con el que, por el camino, probablemente aprenderéis muchas otras cosas que se apartan del tema central. Un libro que no es la última palabra en este tema, pero que sin duda debe ser de lectura obligatoria para todo aquél que se atreva a afirmar, con aire agorero, que antes eran tiempos mejores.

Publicidad

Deja un comentario

Reglas de participación

Notificación de comentarios por correo:

    Regístrate | o conéctate con
    Trust Rating
    Biz Rating
    78%
    Loading
    papelenblanco.com
    CloseClose